21 julio 2016

Mitología de las constelaciones: Leo

Leo y la crecida del nilo


Leo es la quinta constelación del zodiaco. Es una de las que más fácilmente se reconoce en el firmamento. La figura es la de un león agazapado, mirando hacia el oeste.

Cuenta la tradición que el origen de la constelación de Leo se remonta hasta la civilización Mesopotámica. Los egipcios relacionaron Leo con las crecidas estivales del Nilo, puesto que tenían lugar cuando el sol pasaba por delante del campo estelar de la constelación de Leo. En Egipto las cabezas de león se usaban para decorar las compuertas de los canales. Los arquitectos griegos y romanos las utilizaban para decorar fuentes y obras hidráulicas.

En el mito de los doce trabajos de Hércules, La constelación de Leo se identifica con el león de Nemea. La historia cuenta que Hércules debía despellejar al león cuya piel era resistente a las piedras y al metal. Tras luchar con él con sus manos desnudas y después de haberlo estrangulado hasta matarlo, Hércules usó las garras del león para despellejarlo. Con su piel se fabricó una capa que lo hacía invulnerable y con la cabeza se hizo un casco.

Según la tradición romana, Leo puede representar al león de la historia que narra Ovidio de los amantes Píramo y Tisbe. Los padres de éstos prohibieron su unión. Los dos amantes planearon escapar juntos. Decidieron escapar una noche, a través de una grieta que unía sus casas. Quedaron bajo una morera con moras blancas. Cuando Tisbe llegó al lugar, Píramo no estaba. Apareció en su lugar un león manchado de sangre. Tisbe salió huyendo perdiendo el velo, que llegó hasta las garras del león. Cuando Píramo llegó a la cita, descubrió al león con el velo hecho jirones y manchado de sangre. Dedujo entonces que su amada había sido devorada. Desesperado pos su pérdida, se dio muerte con la espada. En ese momento, Tisbe volvía corriendo, encontró el cuerpo de su amado muerto. Llorando cogió la espada y se dio muerte sobre su amado. La sangre de los amantes tiñó de rojo a las moras y ese ha sido su color desde entonces.
Para que los padres recordaran que no debían interferir en el amor de sus jóvenes, Zeus tomó el velo y lo puso entre las estrellas, donde se convirtió en la Cabellera de Belenice, que ondea bajo el león.